lunes, 22 de diciembre de 2014

¿Y si toca? Loterías, el Impuesto a Nuestra Ilusión

¿Y SI TOCA?
Ahora os podría llenar este texto de fórmulas matemáticas para demostraros que jugar a la lotería, a cualquier lotería, es una de las peores inversiones que podemos hacer, pero os las resumo en un ejemplo práctico:


Imaginaos una piscina de bolas, sí, de esas para peques. Una gran piscina de bolas. Todas de color blanco, por ejemplo. ¿Ya?  Ahora imaginad que cogéis en vuestra mano una bola negra y la lanzáis dentro, mezclándose con el resto de bolas.  Ahora dadle la espalda a la piscina y al azar lanzáis otra bola de color con el propósito de que esta bola choque exactamente con la bola negra.  ¿Tenéis alguna posibilidad? Matemáticamente sí, claro que la hay. ¿Arriesgarías una buena parte de vuestro dinero en un juego tan absurdo? Ok, cada uno con su dinero puede hacer lo que quiera, faltaría más; hasta quemarlo o limpiarse el culo con él –estas dos opciones tienen más sentido y utilidad que jugar a la lotería-.  Pero vamos más allá.


El Estado reparte aproximadamente el 30% de lo recaudado en premios.  Es decir, se embolsa el 70% de lo que jugáis.  Os lo agradezco de todo corazón ya que ese dinero revertirá en obras públicas, escuelas, etc… y yo me beneficiaré sin haber contribuido puesto que yo no juego nunca.  En realidad, considero que ya contribuyo con mis impuestos cada año, pero si vosotros consideráis que pagáis pocos impuestos, es que os merecéis pagar más, y que haya más recortes si es posible; también es verdad que esos impuestos están sirviendo para pagar la deuda de los bancos y los chanchullos de los corruptos, pero da lo mismo, porque seguiréis guardando vuestro dinero en ese banco y seguiréis votando a los mismos –total, son los descendientes de los que lucharon junto a tu abuelo, y no le vas a hacer un feo a estas alturas, con lo que se sacrificó por todos-.


También pensad que puesto que todos pagamos lo mismo por cada décimo no le supone lo mismo a un rico que para un pobre comprar un décimo, lo que significa que, como impuesto encubierto –que es lo que es por más que te lo quieran adornar con bolas de navidad- es injusto y desproporcionado, que favorece al rico en detrimento del pobre.


Fomenta la envidia y se aprovecha de ella, de ahí los boletos comprados por peñas, agrupaciones, ese número que lleva toda la empresa y que tú no has comprado todavía ¿y si toca a los demás y dejan el trabajo, se van a vivir de las rentas a un chalet junto al mar y tú te tienes que jubilar apretando tornillos para llegar a fin de mes y pagar la hipoteca? Ese número que ponen en un cartel bien grande en la panadería –en cada panadería hay uno- “resulta que tocó y yo llevaba el de la panadería de al lado, mira que paso veces por la puerta”.  Cada día pasarás por la puerta de cientos de establecimientos con números diferentes pero eso no lo verás; y hay cientos de miles de establecimientos en todo el territorio nacional, todos con números.  Nuestra envidia no puede asumir que nuestro compañero haya tenido un golpe de suerte y nosotros no, menos que esa suerte sea compartida con el resto y tú mantenerte feliz con tu vida y con lo que has conseguido sin necesidad de ese golpe de suerte, no; asúmelo, no eres feliz, pero lo que más infeliz te hace es que los demás lo sean.


Fomenta la ludopatía; no tiene en cuenta que hay muchas personas que están sufriendo esa enfermedad mental, además no necesitan DNI para adquirir el boleto por lo que no se les puede restringir su compra. 

¿Y si toca? Puesto que el hay un 30% en premios, existe una posibilidad de que toque; mínima pero la hay. En la inmensa mayoría de las posibilidades que toque se tratará de un reintegro, una “pedrea” o un premio menor. Un simple cálculo sobre lo que te has gastado todos estos años te puede aclarar que, excepto contados casos, ni de lejos compensa lo ganado con lo gastado, además que el hecho de gastar ese dinero te ha quitado de invertirlo en cosas más provechosas como algunas buenas cenas, unos regalos, un curso, un viaje  o como limpiarte el culo con él, que ya digo que es objetivamente mejor opción que regalarlo al Estado.

Es cruel. Si el Estado no estuviera involucrado se podría considerar estafa, una actividad ilegal casi en línea con la delincuencia organizada. De hecho es un sencillo método de blanqueo de dinero para los corruptos –recordemos a Fabra-.



La lotería es un mal negocio, lo mires por donde lo mires. Para ser justo, todo el importe recaudado excepto los gastos inherentes a la infraestructura del sorteo habría de ser premio, que nadie pueda tener dos boletos, pero que nadie se quede sin uno como mínimo. 

Por el momento, la lotería es un impuesto a nuestra ilusión y creo que ya he cubierto mi cupo de impuestos; la ilusión es gratis.

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